Víctimas de sismo en Siria y Turquía llegan a 25,400.

Agencias – Redacción. – El director de la Organización Mundial para la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, llegó este sábado a la ciudad de Alepo para visitar hospitales y refugios en la zona devastada por los sismos que suman 25 mil 400 muertos en Turquía y Siria.

A su arribo, el funcionario afirmó que viajó con cerca de 37 toneladas de suministros médicos de emergencia, y agregó que el domingo llegará otra ronda con más de 30 toneladas de ayuda.

Los últimos registros del sábado contabilizaron 25 mil 401 muertos por los sismos, 21 mil 848 víctimas fatales en Turquía y 3 mil 553 más en Siria.

El director de la OMS, que es médico, también advirtió de otras repercusiones graves de la tragedia.

«El suministro de agua y otros servicios se han visto afectados, la gente está expuesta a enfermedades diarreicas y otros problemas de salud, especialmente problemas de salud mental», alertó.

Recep Tayypi Erdogan, Presidente de Siria, dijo que un desastre de este alcance es raro por afectar una zona tan grande que alberga a tanta gente. Se refirió a la tragedia como el «desastre del siglo» y dijo que había afectado una zona de 500 kilómetros de diámetro que alberga a 13.5 millones de personas en Turquía y un número desconocido en Siria.

«En algunas partes de nuestros asentamientos cerca de la línea de falla, podemos decir que casi no quedó piedra en pie», afirmó el sábado desde Diyarbakir.

Sobrevivientes y desplazados

El frío gélido en la zona dificulta los rescates y redobla el castigo sobre una población desesperada. Según la ONU, al menos 870 mil personas precisan urgentemente comida y, solo en Siria, 5.3 millones de personas se quedaron sin casa.

Pero, entre la muerte y la destrucción, los rescatistas siguen encontrando supervivientes.

«¿Está el mundo ahí?», preguntó Menekse Tabak, de 70 años, mientras era extraída de entre los cascotes en la ciudad turca de Kahramanmaras-epicentro del sismo de magnitud 7.8 que sacudió la región-, entre aplausos, según un video difundido por la cadena estatal TRT Haber.

En la ciudad Hatay, también en el sur, una niña de dos años fue encontrada viva 123 horas después de la sacudida, informó el diario Hurriyet, pero su familia no pudo ser hallada.

Melisa Ulku, una mujer de unos 20 años, fue rescatada de los escombros en Elbistan, 132 horas después del terremoto, luego del rescate de otra persona en el mismo sitio a la misma hora.

Antes de su rescate, la Policía anunció que la gente no debería vitorear ni aplaudir para no interferir con otros esfuerzos de rescate cercanos. La mujer estaba cubierta con una manta térmica en una camilla. Los rescatistas se abrazaron. Algunos gritaron «¡Dios es grande!».

El Programa Mundial de Alimentos pidió 77 millones de dólares para aportar raciones de comida a al menos 590 mil personas desplazadas a causa del terremoto en Turquía y 284 mil en Siria.

Aunque los expertos afirman que las personas atrapadas pueden vivir una semana o más, las posibilidades de encontrar sobrevivientes disminuían en medio de temperaturas bajo cero. Los rescatistas empezaron a utilizar cámaras termales para detectar señales de vida entre los escombros, un indicio de la debilidad que tendrían ya los atrapados.

En Siria, las personas que esperaban noticias de familiares enterrados bajo edificios derrumbados permanecían solemnes junto a montones de hormigón aplastado y metal retorcido.

Muchos residentes del noroeste sirio, en manos de los rebeldes, ya habían sido desplazados de otras zonas del país que habían sido recuperadas por las fuerzas progubernamentales durante la actual guerra civil, pero ahora se han quedado de nuevo sin hogar.

«El primer día dormimos en la calle. El segundo día dormimos en nuestros coches. Luego dormimos en las casas de otras personas», dijo Ramadan Sleiman, de 28 años, cuya familia había huido del este de Siria a la ciudad de Jandaris, gravemente dañada por el terremoto.

A medida que la ayuda continuaba llegando, un centenar de miembros del equipo de asistencia médica del Ejército de India comenzó a tratar a los heridos en un hospital de campaña temporal en la ciudad sureña de Iskenderun, donde se demolió un hospital principal.

«Enterré (a todos los que perdí) y luego vine aquí», declaró Canbulat, contando a sus familiares muertos: «Mi hija está muerta, mi hermano murió, mi tía y su hija murieron, y la mujer de su hijo que estaba embarazada de 8 meses y medio».

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