En Primera Plana: Oficios que se extinguen (I).

Los relojeros, un oficio más que antiguo, casi ha desaparecido, por la simple y llana  razón de que los relojes ya no traen maquinarias  qué reparar, sino circuitos electrónicos y pilas qué cambiar. El auge de los relojeros fue a raíz de la Segunda Guerra Mundial, cuando  se construyó el reloj automático, que no los desplazó de su trabajo sino todo lo contrario lo enriqueció. Teníamos necesidad de relojeros, además en muchas casas había relojes con campanas que siempre necesitaron de este profesional.

De los zapateros había siempre uno cerca de la casa o cuando muy lejos en tu rumbo o colonia. Hoy, como por obra de magia, han desaparecido, con el surgimiento de plásticos finos que simulan piel y la inclusión de híbridos  en la manufactura de calzado. Estos ya no reciben atención porque  las estructuras de corte  ya no permiten el cambio de suela y menos el cambio de tacones de hule que, por cierto, eran muy cómodos, pues absorbían los impactos al caminar. Raro es encontrar un zapatero, existen algunos que arreglan bolsos para damas, zapatos y algunos que forran el calzado de forma especial para eventos como bodas.

Orfebres hay muchos distribuidos en los mercados y tianguis, pero sólo trabajan reparaciones  de algunas piezas. No hay diseñadores y tampoco venden oro, porque se ha vuelto tan caro que ya no resulta tenerlo en exhibición porque se necesita mucho capital. Existen las grandes compañías joyeras, pero venden maquila que compran en diferentes partes, y ahora para poder ser más accesible el metal dorado se adquiere en láminas, se acabaron los tiempos del oro macizo. Es historia antigua.

Otro oficio que va cediendo ante la presión del  producto construido con sucedáneos de la madera o bien la presencia de comprimidos de residuos de madera es el de los carpinteros, cuando menos en la ciudad son muy escasos y los que quedan por falta de trabajo seguro  se han vuelto “transas” con el cliente. Talladores y ebanistas sí los hay, muy escasos, en algunos pueblos del interior del Estado. Su trabajo está bien cotizado  y es caro porque  las maderas han aumentado de precio por la sobreexplotación de la misma y porque no hay resiembra. Es triste no encontrar  a un carpintero   cumplidor.

En fin, no podemos más que lamentar la desaparición de oficios, pero el mundo que vivimos no nos permite libertades de espera. (Continuará).

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