A Ocho Columnas: Punto de Quiebre.

2018 ha sido un año clave para México. La jornada electoral del 1 de julio fue ejemplar, y el resultado claro y contundente. Andrés Manuel López Obrador es el Presidente Electo 2018-2024. Su estandarte: Acabare con la corrupción. Sin duda un cáncer que ha medrado en nuestro país por décadas y es más que imprescindible: inmediato tomar medidas para disminuirla y eventualmente reducirla a su mínima expresión.

En las últimas semanas y meses, mucho ha girado en torno a «México es un país corrupto», «Todo es culpa del PRIAN, malditos ratas», «México no tiene futuro», «Los sueldos de México son pésimos», «Mi empresa es una explotadora, mis jefes son malditos, fulanita está en ese puesto porque seguro tiene algo con el jefe». Y no pocas veces rematando con el “todo cambiará a partir del 1 de diciembre cuando LO (López Obrador) asuma la presidencia, cual fórmula mágica.

El punto álgido ha sido que en casi 4 meses que han transcurrido desde la elección, el futuro presidente pareciera se ha empeñado en dilapidar en buena medida su gran, ganado capital político. Y es que no es una, ni dos, ni tres. Son muchos dislates que generan duda, oprobio y en algunos casos; temores ¿bien infundados?

Empezó bien. Desde la noche del 1 de julio. En sus mensajes; el primero desde un hotel en Reforma y después en el Zócalo de la CDMX. Y después las palabras de quienes serán parte del Gabinete Económico: Equilibrio Macroeconómico, Respeto a la Autonomía de Banxico y convertir al país en un “Paraíso de la Inversión” (Alfonso Romo dixit).

Pero en septiembre la realidad alcanzó al futuro nuevo Gobierno. Ni los nombramientos en el área energética, ni la próxima “consulta” sobre el nuevo Aeropuerto en la Ciudad de México enviaron señal positiva alguna a los mercados internacionales. Y así, al transcurrir las semanas el empantanamiento dio lugar a la obstinación, a la necedad y las verdades a medias. Al momento que escribo esta breve colaboración, el futuro macroeconómico y estabilidad de México depende de una desaseada y sesgada consulta sobre el aeropuerto que no tenía que ser.

Y si a lo anterior le sumamos los ataques a la prensa, medios y periodistas; la asistencia de Maduro y otros líderes de dudosa vocación democrática a la inauguración presidencial, más lo que se junte de aquí al 1 de diciembre, envían señales en el mejor de los casos confusas a los mercados y socios estratégicos de México. En el peor de los mismos; una pésima señal de lo que está por venir los próximos 5 años 10 meses.

De verdad, espero equivocarme en mucho de lo que pienso, digo y escribo. Nada me daría más gusto por el bien del país y quienes aquí vivimos.

El tiempo dirá.

Que tenga un magnífico día.

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